lunes, 26 de marzo de 2007

Tecleando la Crónica


La comunidad de Trupán a comienzos del 1900:


Las parteras, o las matronas del pasado









Hacia 1920 no había ni posta, ni doctores ni paramédicos que controlaran el estado de salud de los trupanenses. Ellos acudían donde la médica yerbatera conocida como “María Meika”, Quién era la única persona del pueblo donde se recurría para sanar algún enfermo.

Analizando una muestra de orina "María Meika" realizaba los diagnósticos de salud de los enfermos. Este análisis era tan preciso como los científicos métodos que se aplican en las clínicas actuales con toda su aparatosa tecnología.

A partir del diagnóstico, ella preparaba remedios en base a hierbas medicinales y otras especies orgánicas sanando al enfermo. En caso de accidentes, "María Meika" preparaba certeros ungüentos que curaban heridas, además de su reconocida habilidad para componer huesos, sanar dolencias, sacar empachos y curar dolores de reumatismo en la gente mayor.

"María Meika" era una verdadera doctora, especializada en todas las áreas de la salud. Una verdadera enciclopedia médica al momento de sanar a los enfermos.

Para los embarazos la cosa era diferente, no bastaban los medicamentos de "
María Meika", sino de otro típico personaje del Trupán de principio de siglo: la partera.

En Trupán, muchas personas eran reconocidas por su condición de parteras. Éstas, todas mujeres, se les podía llamar con anterioridad o bien se les podía ubicar con urgencia. Acudían a los llamados a cualquier hora del día y de la noche, e iban preparadas con todos los implementos necesarios para el nacimiento del “futuro trupanino”.

Si bien la mayoría cobraba por los servicios, las familias que no tenían dinero para cancelar las prestaciones de la partera le retribuían sus servicios con productos obtenidos de las siembras, ya sea trigo, papas y demás verduras de la huerta. Las parteras realizaban este trabajo como un oficio que les permitía vivir aunque no estaba en su afán exigir una costosa compensación monetaria por tales servicios. En el fondo, cada familia daba lo que podía, en efecto, la única retribución que esperaban las parteras era el reconocimiento de la labor realizada. De hecho, muchas parteras pedían a los niños que traían al mundo que les dijeran “mamita”.

Una de las parteras más solicitadas en Trupán en la década de 1910 era Doña Vicenta Lara. Ella se caracterizaba por su alto grado de altruismo y su innegable condición humana.

El tema es tan interesante como humano, y seguro es materia de sobremesa con familiares cercanos. Quienes vivieron esa época recuerdan lo crudo que era la vida, pero también coinciden en que era bella, muy bella.

Si manejas algún otro dato sobre el oficio de las parteras en Trupán, o simplemente si te gustó la crónica de esta edición, no olvides dejar tu comentario. Solo así le daremos forma a esta confraternidad virtual que día a día gana más adeptos.

Yo quiero a mi pueblo. Viva Trupán.